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No es el sistema, son las personas

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Masa de gente en ByN - recurso

Repetid esta frase como un mantra: no es Brasil, son los brasileños; no es Estados Unidos, son los estadounidenses; no es Italia, son los italianos; no es Hungría, son los húngaros… La culpa del auge de la derecha radical no es de los países, sus culturas o los payasos que eligen como líderes. Nos hemos acostumbrado a centrar la responsabilidad en un elemento o dos, como si Trump o Bolsonaro fueran luciferinos con un plan. No hay plan, son el síntoma. No hay que combatirles a ellos, sino a los votantes, con sus miedos y su respuesta mediocre ante desafíos nuevos. La masa sentimental siempre es el verdadero problema. Ni siquiera las culturas: en los rasgos identitarios brasileños o norteamericanos no hay un elemento fascista igual que no lo hay en Alemania o España. El miedo que domina a la gente es el problema, y hay que combatirlo sin histeria ni parches, desde abajo.

La elegante caída de la hoja de otoño

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Europa no tiene buena memoria. Será porque es vieja y su población envejece a gran ritmo mientras es incapaz de refrescar su base de población. No hay ideología, tradición, mito nacional, étnico o cultural que resista la inevitabilidad de la mecánica universal, la física o la demográfica. Cada vez hay más ancianos, más jubilados que no trabajan, y éstos, por definición no son ni arriesgados, ni reformadores, ni intrépidos ni emprendedores. Algunos sí, pero son un puñado original que no suma. Sin políticas familiares reales que ayuden a refrescar la población, en guerra con la emigración porque nos ensucia el paraíso virtual de nuestros estados-nación seculares (y que es imprescindible económicamente), enterrados en vida en el terruño, Europa no espabila. No se trata de política, sino de demografía y cambio.

Aquella gris mañana de junio

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Por cada pesimista hay un optimista, y por cada uno de estos ciegos y sordos hay un sensato realista (que no piensa en lo peor ni en lo mejor que puede suceder, sino que busca soluciones) sepultado por el miedo o la esperanza banal de los otros. Sensatez, la mayor de las virtudes, la gran olvidada. La que le falta a Europa partida en dos, a España también; dos bandos, los que luchan por salvar una civilización que no espabila y los que se repliegan sobre la tribu y añoran a los machos alfa que simplifican un universo complejo. Qué bueno es no tener que pensar, que ya se encargan otros de conducir al rebaño.

Así se rompe una sociedad plural

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Es bueno que los demás se equivoquen. Es mucho mejor que asistamos en directo a sus errores. La simple observación, cierto grado de empatía con el que comete el fallo y una reflexión práctica te enseña a no tropezar en la misma piedra. Al menos esa es la teoría, pero los humanos siempre cometen errores similares. Y son una masa que se mueve por dinámicas aleatorias y emotivas, no por racionalismo. Dos ejemplos: EEUU y Gran Bretaña, dos crisoles culturales que han decidido tirar por la borda un modelo. Veremos lo que no hay que hacer, lo que puede destruir una sociedad plural y enriquecida, el acto de quemar las naves sin heroísmo alguno. Porque han elegido el camino más fácil y reduccionista, y lo más probable es que no funcione.

La chispa inicial de Mary

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Resulta irónico y contradictorio que quien chasqueara los dedos para crear todo un nuevo mundo literario y cultural, muy propio de la nueva era que se forjaba a principios del siglo XIX, fuera una mujer. En un tiempo en el que muchos incluso discutían aún si tenían la misma alma que los hombres y que consideraban a las féminas poco menos que vasijas genéticas, Mary Shelley escribió ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ en 1818 y puso en pie una de las mayores creaciones culturales de Occidente, la ciencia-ficción.

El único hogar

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Hoy es el Día de la Tierra, uno de esos recordatorios artificiales pensados para una especie que no ha demostrado entender suficientemente lo que significa este mundo, y lo que representa. No hay otro hogar, patria o mundo propio que éste, y no lo estamos tratando bien. El precio que tenemos que pagar es un clima inestable, sequías, aumento del nivel del mar, ciclos del agua acelerados y radicales, menos cosechas, menos animales, y puede que la alteración irreversible a largo plazo del equilibrio que ha definido la vida. Sin la Tierra no hay vida tal y como la conocemos; es decir, que no hay futuro.

Lecciones que podemos aprender de los Globos de Oro 2018

Pongamos un tono más optimista y centrado en esa maquinaria tan encantadora para nuestra imaginación que es el cine y la TV, pero más específicamente la gran Meca del Cine, Hollywood, que lleva años con la sensación de generar más dinero pero menos fidelidad, más récords pero menos afluencia a los cines. La baja calidad general de los caballos de batalla de las productoras, el auge de la ficción televisiva e internet tienen pillada por el cuello a la máquina de hacer sueños. Los Globos de Oro de 2018 son un buen ejemplo del panorama. Aquí van las lecciones aprendidas.

Menos es más, sobre todo en biología

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Es muy posible que cuando todo pase, cuando la civilización y la propia Humanidad sólo sean un recuerdo polvoriento, los tardígrados sigan viviendo en el planeta. O incluso fuera de él. Sólo necesitan un poco de agua y su hábitat ya está creado: se hinchan y deshinchan a voluntad, un proceso de hibernación latente que puede soportar desde temperaturas infernales de más de 150º a rozar el cero absoluto, incluso ser expuesto al vacío exterior donde la radiación cósmica y solar aniquilan cualquier forma de vida. Menos es siempre más. Al éxito biológico por el camino de la simplificación brutal.