La sobredimensión del sector turístico ha puesto en pie de guerra a los vecinos de Barcelona, a Madrid al borde de empezar a tener un problema serio de vivienda (que va para el turismo y no para los ciudadanos), y al resto con los espacios públicos ocupados por la lógica del dinero fácil del turismo. Lo que empezó siendo un anexo y una muleta perfecta para crecer se ha convertido en una sombra que estrangula a la población, que tiene que lidiar con turismo barato y caótico. Y claro, pasa lo que tenía que pasar: la reacción contraria, de Barcelona a Palma pasando por Madrid.