Lo que empezó como una siniestra broma sádica toma cuerpo. Cuatro elecciones en cuatro años. Cambian los actores, cambian las caras, suben unos y bajan otros, como en una noria, pero la música es la misma. Los que soñaron con romper el bipartidismo no entendían que un cristal quebrado en muchos trozos es mucho más endeble. Ante la incapacidad del sistema y de sus actores principales (partidos, movimientos sociales, instituciones), quizás haya llegado la hora de echar el cierre al país y pensar a lo grande. A lo muy grande. Sólo así este pedazo del mundo podría tener más sentido y su ciudadanía ganar algo.