El péndulo eterno, la cinta de correr sin fin

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Izquierda, derecha. Izquierda, derecha. Izquierda, derecha… El péndulo sociológico oscila una y otra vez. Que cada lado aproveche bien su breve tiempo de permanencia, porque no durará mucho. Más que fases son ya modas. A cada ola social le sigue otra, y luego una más, una y otra vez, sucesivamente, sin solución final, en un eterno péndulo que nunca deja de funcionar. O como hormigas en una cinta de Moebius infinita. Para bien, para mal, y para todo lo peor.

Matemáticas contra la enfermedad

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De todas las herramientas que la Ciencia le proporciona a la especie humana para sobrevivir a un mundo hostil, quizás las matemáticas sean las menos evidentes. Y sin embargo, pueden salvar millones de vidas a través de herramientas de cálculo que nos permiten anticiparnos a la enfermedad, cómo evolucionará en volumen e incluso por zonas geográficas.

Tres tipos de ciudadanía (y la cuarta en proceso)

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La palabra “país” es bastante inerte, ya que evita decir “nación”, “patria”, “estado”, “reino” o “república”, que están cargadas de ideología y herencias pesadas como bolas de acero en los pies. Pero hay otra aún más abierta, “ciudadanía”, que, irónicamente, es la más importante de todas ya que nos define jurídica y legalmente frente al Estado. Todo lo demás (“español”, “católico”, “vasco”, “catalán”, “ateo”, etc) es subjetivo, volátil y sin consideración real. Y para los españoles aún más: no hay muchas sociedades humanas con tal grado de disgusto consigo misma ni más ganas de fustigarse, pero en la condición civil encontramos refugio. Fruto de ese continuo desasosiego de país se han generado tres formas peculiares de ser ciudadano en este rincón del mundo (el kantiano, el tribal, el utilitarista), más una cuarta que aunque parezca ilusoria promete tener futuro.

Cinco consejos básicos de supervivencia para demócratas del siglo XXI

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Entre pandemias paralizantes, ideologías salvadoras que prometen salvarnos de nosotros mismos, Dioses egoístas y sus legiones de fanáticos, patrias y pueblos que devoran individuos como si fueran aperitivos, no son buenos tiempos para la ciudadanía y la libertad. Las ideas absolutas no se llevan bien con el respeto al individuo, la piedra angular del humanismo y la democracia. La paradoja es que posiblemente hace 30 años los ciudadanos eran más libres que hoy; lo peor de esta situación es que las nuevas argollas al cuello nos la ponemos nosotros mismos. Quizás en los siguientes párrafos el lector encuentre algo de utilidad para sobrevivir mientras aguantamos, esperanzados, a mejores tiempos, hasta que el péndulo vuelva a oscilar. Tengan paciencia, tanto el post como la espera del bien son largas.

Alcohólico, alucinado y poeta

Casi toda la obra de Edgar Allan Poe está traducida al español, gracias en parte a Borges y Cortázar: consagrados de otro idioma transmitiendo el genio alucinado y extraño de quien soñó ser poeta pero terminó convertido en un mito entre la alucinación, los excesos, el romanticismo lacerante y la carga de ser un pionero, un adelantado a su tiempo que le uniría a la larga lista de los “malditos”: Edgar Allan Poe. Tan atormentado, alucinado y extremo como clásico generaciones después, convertido en un canon, parte invisible pero “muy visible” (contradictorio pero cierto) de la cultura popular y fuente en la que han bebido creadores de todo el mundo, sea cual sea su origen, idioma o ideas.

La pandemia (9) – La falsa nueva normalidad

Falsa porque el ser humano es tremendamente persistente en sus errores, los cuales comete una y otra vez, en diferentes versiones y dimensiones. El golpe no ha sido tan fuerte (todavía), pero sí podría ser el principio de una cadena de impactos que sí podrían, a largo plazo, provocar un cambio. “Nueva normalidad” es un concepto basado en la idea apresurada de que la pandemia va a cambiar sociológicamente y materialmente nuestra cultura, lo cual es tremendamente ingenuo y es probable que esconda algún tipo de intencionalidad camuflada. El legado del Covid-19, como ha ocurrido en casi todas las pandemias y giros violentos de nuestra especie, va a ser más complejo e incontrolable de lo que pensamos.

La pandemia (8) – Trabajar el futuro

El futuro es un lienzo sobre el que podemos dibujar, el presente es una realidad que apenas controlamos, el pasado es una carga incesante. Sólo podemos hacer una cosa por nosotros mismos, y es intentar conducir el futuro, no con detalles pero sí al menos con un mínimo de planificación, aprovechar la situación de extrema necesidad para hacer cambios duraderos. De lo contrario la combinación infinita de condiciones de la realidad tomará vida propia y nos limitaremos a tragar con lo que venga mientras se nos va el presupuesto en llantos, cacerolas y pataletas.

La pandemia (7) – La falsa guerra política

Las crisis sanitarias tienen la virtud de desnudar al Emperador y dejarlo ante sus propias vergüenzas. Lo que ha dejado esta pandemia que no termina es el efecto de darse de bruces con la realidad. Pocos países hay en el mundo tan adictos políticamente a la gasolina y las cerillas como España. La democracia española es una “partitocracia” donde las redes de poder no respetan ni el sufrimiento de la sociedad ante una enfermedad que parece un francotirador sádico. Al margen del juego de la ruleta rusa del PP, empeñado en reaccionar como lo han hecho todos los partidos conservadores históricamente (sólo puedo gobernar yo, todo lo demás es caos), y de la tendencia al personalismo excluyente del PSOE (ya lo decía mi padre, ése partido es su líder y lo demás son circunstancias), la decepción del pueblo respecto a sus próceres es inmensa, generalizada y no augura nada bueno.