A la crisis, Iglesia. Incluso en los años más oscuros de Occidente, tras la caída de Roma, hubo una mano generosa y artera que sabía cómo usar las artes y la cultura en general con beneficios. Pero hoy, ni eso. Porque es más fácil ser lastimero y limosnero que inteligente.Durante mil años y pico la Iglesia Católica fue el mayor mecenas conocido. De su dinero, conseguido a partir de negocios mundanos, de los diezmos y de las donaciones, surgió la fuerza necesaria para llenar más de doce siglos de arte occidental. Es su gran contribución a Occidente junto con el valor sagrado de la vida individual y esa cosa tan rara y tan arbitraria (para ellos) llamada “libre albedrío”. El cristianismo le dio a Europa arte, individualismo y cierta noción de que la libertad era un bien en sí mismo y no una cosa peligrosa para el orden establecido. Salvo cuando las tres cosas colisionaban con el dogma, en cuyo caso se solía resolver con gente tirada en la hoguera para escarmiento popular.
Pero hoy la Iglesia ha abandonado el arte, en parte porque no lo entiende, porque el arte se ha liberado de las ataduras formales y temáticas de siglos pasados. Y también porque la Iglesia se ha desligado del devenir del mundo, y mucho más del occidental. Nuestra civilización mestiza va por un lado y la Iglesia sigue mirando a los tiempos de Rafael y Zurbarán como el paraíso, sin darse cuenta de que sólo los mediocres pintan hoy como Zurbarán. El mecenazgo se ha esfumado en favor de las obras de caridad (lo que ya es un gran paso), pero al mismo tiempo le ha dado la espalda a la cultura como una herramienta, y se ciñe en la moral, que todavía es fácil de controlar.
Ya ni siquiera la Iglesia está ahí para salvarle los muebles a la cultura en plena crisis. En otros tiempos los artistas tocaban en las puertas y por la supervivencia o una vida digna pintaban Cristos y Vírgenes sin problemas. Era un trabajo seguro. De hecho, había más artistas con sueldo entonces que en pleno siglo XXII. Hoy eso es impensable, porque el cuerpo oficial del arte contemporáneo, incluso lo de media clase, está a años luz por delante de los gustos eclesiásticos. Así que el mayor mecenas de la Historia (salvo por el Imperio Romano, claro) ya no está para poner las manos y salvar el arte occidental en medio del derrumbe económico. Porque al final todo se trata de dinero. Ahora el Vaticano tiene mucho menos, y hay que usarlo en la forja de mentes católicas, no en arte, claro. Una pena. Ya no habrá más Zurbaranes. Bueno, visto el patio, igual mejor…