Cataluña, que durante años fue el rompeolas cultural de España, se está quedando con el culo al aire. La economía manda, y como poderoso caballero es don Dinero, le han pegado un tajo tal a la cultura que Barcelona va camino de parecerse a las afueras de Soria.

La situación es un continuo goteo de centros de arte clausurados, reducción de las prestaciones sociales y de las ayudas que conformaban el mejor Estado de Bienestar de toda España junto con Euskadi. La extensa comunidad de artistas que vivían en gran medida de lo que la Generalitat les había dado, primero con CIU y sus ganas de generar “cultura catalana” y no española, y luego el Tripartito con más ayudas a las vanguardias, se ha visto con una mano delante y otra detrás. De cada reajuste económico siempre surgen lloros, pataletas y algo de demagogia.

Cataluña ha presumido siempre de ser la vanguardia, pero la migración hacia Madrid, Bilbao y fuera de España ya es tan notoria que da miedo pensar si aquel pequeño país, como decía Guardiola Dos Caras, es el laboratorio de ideas de lo que vendrá en el resto del país. Quizás allí el ajuste presupuestario ha sido mayor todavía, y mucho más grande la vendettta conservadora de la burguesía barcelonesa y de provincias, vinculada a CIU. No hubo problema mientras fueron ellos los que dieron las subvenciones para “hacer país” desde los escenarios, las editoriales, TV3 o los museos nacionales (mientras España era simplemente “el Estado”). Pero el PSC estuvo sentado en el palacete y hay que limpiar de “derroche”, cuando Pujol gastaba a manos llenas sólo si iba la bandera por delante. Una pena, porque no sólo pierde Cataluña, sino toda España, que miraba a Levante con envidia y ahora con compasión.

Madrid también sigue su camino con el Clan de los Mapaches: primero Esperanza Aguirre, y ahora su clon (más rancio aún), Ana Botella, alcaldesa por accidente y que ya se ha cargado a Mario Gas, por ejemplo, del Teatro Español. Son años de vacas escuálidas con pijama de rayas, y eso supone que el conocimiento pasa a un segundo plano. Que se acostumbren los artistas, porque la ciencia lleva así décadas. Porque si para investigación no hay dinero, para el arte tampoco. A menos, claro, que sean más inteligentes los que se encargan de gobernar. Pero sabemos que eso no va a pasar.