Francia ha perdido. Europa ha perdido. Lo segundo no suele corresponder con lo primero, pero en el caso de la muerte de Moebius todos hemos dejado atrás a uno de los últimos de la vieja creación de cómic europeo. Un verdadero desastre para los que veían en él a uno de los grandes lisérgicos de la segunda mitad del siglo XX.
El mundo francófono ha sido siempre la gran cuna del cómic europeo, y de allí salieron desde Hergé a Goscinny, Uderzo o el propio Moebius (antes Gir, antes Giraud, su verdadero apellido), la gran fiesta de la feria de Angulema y algunas de las mejores novelas gráficas de los últimos 20 años. Sin embargo en otros países, especialmente en Italia, con Hugo Pratt (padre de Corto Maltés) o Milo Manara, la escuela de lo lisérgico (imaginación psicodélica y sin límites) también tuvo buena salida. Un cómic dotado de una imaginación sin límites, con múltiples planos, realidad idealizada y también un realismo sucio, sucísimo en el caso de ‘Teniente Blueberry’ de Moebius.
Había un punto de auténtica posmodernidad en estos autores, como si a pesar de ser ancianos fueran mucho más avanzados que la mayor parte de los experimentos actuales. Porque en el cómic actual hay mucho de filo de la navaja: no hay nuevos mitos, nadie parece haber creado nada realmente rompedor con solución de continuidad. Actualmente se experimenta mucho en la novela gráfica, obra de principio y fin concretos, y en el panorama internacional casi podría decirse que desde ‘Maus’ no hay nada que realmente suscite un aplauso generalizado.
Cada fábrica de cómic en el mundo es hija de sus circunstancias. La necesidad de vender semanal o quincenal o mensualmente hace que EEUU, Europa y Japón impongan productos viables en un corto plazo de tiempo. Moebius también pasó por ahí, aunque con una soltura y sin decrepitud que ya quisieran muchos. Pero frente a la industrialización brutal del manga japonés o el show business de Marvel, DC, Dark Horse y compañía, siempre quedaba la ilusión de que en Europa había bichos raros capaces de ser una cosa y la otra. Frente al infantilismo americano, la posmodernidad europea, y frente a los cánones perversos del manga, la originalidad europea. Así de sencillo. Por eso perder a Moebius (ley de vida) sin que haya recambios ya encumbrados llevará al cómic continental a peregrinar de un mirlo blanco a otro hasta que nazca una nueva generación capaz de romper las barreras que ellos rompieron y ser parte de la cultura popular europea. Sea lo que sea eso, algo que ellos supieron bien nutrir con sus creaciones, desde Blueberry al inclasificable ‘El garaje hermético’.