Vivimos cegados por la penuria, o mejor dicho, por la penuria en perspectiva. La balanza se inclina hacía el castigo, una vez más, en lugar de hacia la esperanza. En lugar de pintar de verde el mundo (aunque no nos lo creamos) lo pintan de negro para suavizar sus propias acciones.

De todos los cambios y reformas que hace un gobierno mayoritario las peores suelen ser las que obedecen a su ideología y su necesidad de afianzarse en el poder. Son las normas milenarias del trono, sea democrático o despótico: asegurar su fuerza, su poder, que se le obedece. Porque lo que más teme un gobierno siempre es que los gobernados no le obedezcan. Es más que una necesidad, es un estado de pánico cuando el emperador se da cuenta de que está en pelotas como no le sigan el rollo. Es el primer paso para que entre en una espiral de miedo en la que fustiga a los gobernados. Como niños pequeños. En lugar de pensar en el país.  

Han cercenado los dos caminos que marcan la pauta del crecimiento en un país civilizado: una, a corto plazo, consistente en empujar la creación y desarrollo de empresas, y otro a largo plazo, mejorando la educación. Cuando los maestros del universo capitalista te dicen desde Wall Street, como esta misma semana, que vas por mal camino digan lo que digan los sátrapas bruselenses, tienes un problema. EEUU ha caído un montón de veces en sus dos siglos y medio de historia, pero cuando se ha levantado lo ha hecho todavía más fuerte. Dijo Maquiavelo: “Los inteligentes siguen los caminos trazados por los grandes hombres”. Trasladado a la naciones quizás fuera una buena idea seguir ese camino.

A nosotros no nos valen las excusas de los funcionarios mandarines de Bruselas o Berlín, esa doble B despótica que está tiranizando Europa y que ensalza cada vez más el portazo de David Cameron hace meses, que en su momento criticamos pero ahora… ahora puede que no fuera tan mala idea. La pena es que no tenemos el arma de resistencia que tiene Londres, y es la libra esterlina. Siempre hemos sido europeístas, hasta la médula, pero con la vista puesta en los Estados Unidos de Europa, no en la Unión Mercantil Europea con un maestro de ceremonias con acento de Brandenburgo.

No se sabe bien cuánto tiempo estará el PP en el poder, pero a lo que nosotros respecta, la nula intención de mejorar la educación y la tardanza en crear una ley del mecenazgo útil hacen que su mandato, por muy democrático que sea, esté resultando inútil, estéril y equivocado. Y, sinceramente, como ya estamos hartos de repetir que es la educación la única llave de la gloria, pues ya cae de vacío. No hace falta repetirlo. El gran paso adelante de una sociedad civilizada es prescindir de las neuras del poder y crear una sociedad civil tan poderosa que condicione a los reyezuelos intercambiables cada cuatro años para que sigan los intereses de la comunidad y no lo suyos. No valen excusas, no valen cobardías. Y Rajoy está resultando ser tan pusilánime, cobarde y amanerado intelectualmente como nos temíamos.