En todos los juegos de estrategia que simulan civilizaciones una de las cosas que más puntos da es construir bibliotecas. Durante siglos, tener una gran biblioteca fue sinónimo de cultura y conocimiento. Ahora, en estos tiempos, son descabezadas.

Desde hace tiempo el concepto mismo de biblioteca está en peligro, es algo que sobra. Todo el mundo tiene más libros de los que necesita en casa o en el eBook; cada vez la lectura se fragmenta más por culpa de internet, un sitio donde podemos acceder a todos los textos que queramos gratis o por un más que módico precio. Los viejos edificios que Borges convirtió en personajes inmortales son ahora simples almacenes donde la gente va a hacer otras cosas: estudiar, conectarse a la wifi, a veces a tomar café, a ligar… pero lentamente pierden su sentido de punto de encuentro. 

Las bibliotecas funcionan en países como EEUU de una manera muy superior a España: allí son centros culturales de primer orden donde lo de prestar libros es una de sus muchas funciones. Allí se imparten cursos, se aprende, se ejerce de culturizador de la sociedad local. Son, como dijo un corresponsal, “las casas del pueblo americano”. Aquí en cambio fueron algo raro, ajeno al sentir popular, y ahora simplemente son arcones donde guardar los libros como si fueran los silos de semillas que construyó la Unesco en Noruega. Por si hay un Apocalípsis. Es curioso que en todas las películas de ciencia-ficción siempre haya alguien que salva unos cuantos libros para reconstruir la civilización después del hundimiento.

Las bibliotecas son algo más que un servicio público de primer orden para los que no pueden permitirse el acceso a los textos y servicios que da el dinero; son centros educativos universales donde cada uno es autodidacta y lee en función de sus intereses. Es además la puerta gratis a internet: una biblioteca que es la puerta a otra biblioteca aún más grande. Pero los recortes están segando estos centros, los cierran porque ya no son necesarios, porque el conocimiento siempre ha sido un lujo en los países tradicionalmente orgullosos de su ignorancia y su populismo, como España. 

Y esto nos hace recordar la historia de un soldado de la Guerra Civil que marchaba con los mismos que gritaban lo de “Muera la inteligencia” a gritos mientras llevaban una pistola en la mano. Aquel soldado, formado y culto, al que le tocó caminar con lo peor de la vanguardia militar. Cuando las tropas entraban en un pueblo o ciudad y la mayoría saqueaba, mataba y violaba, este soldado iba directo a la biblioteca del ayuntamiento o la iglesia y llenaba el fardo de libros antes de que le pegaran fuego. Así logró salva miles de libros con los que luego creó otras bibliotecas. Es un ejemplo extremo, y una buena metáfora de los tiempos de nuevas hogueras auspiciadas por los recortes.