Los cuentos populares, o los que son tan clásicos que casi parecen populares, son como un calcetín: para darle nuevos bríos sólo hay que coger una punta, tirar un poco, darle la vuelta y a ser posible coserlo con otros mitos populares.Por ejemplo con Juana de Arco. En la nueva versión, ‘Blancanieves y la leyenda del cazador’, Kristen Stewart empieza como una Blancanieves al uso, algo más realista y medieval, y termina convertida en una líder militar y política contra una reina con el cuerpo y la mala leche de Charlize Theron y una perspectiva política muy cercana al autoritarismo a la vieja usanza, todo mezclado con el culto a la belleza.
El cazador, que en el cuento original apenas tenía mucho peso, aquí es determinante, ya que Chris Hemworth (Thor) es el sicario al que la reina le encarga matar y arrancar el corazón a Blancanieves, y no se le ocurre otra cosa que tener compasión, no matarla y entrenarla para que vaya contra su ama. A todo eso hay que añadirle la larga sombra de ‘El Señor de los Anillos’, oscurantismo medieval, mucha mitología pagana (celta y germánica sobre todo) y la idea de que sea la primera película de una saga algo más larga. Sólo a Hollywood se le ocurriría hacer una saga de un cuento como Blancanieves.
El texto original de los hermanos Grimm era mucho más sugerente, con detalles muy al estilo de los viejos cuentos populares europeos: violencia, maltrato, magia negra, sangre, avisos para niños de que no se debe ir con desconocidos, incluso parricidios, asesinatos, robos y todo tipo de desmanes. Eran historias aleccionadoras destinadas a niños y jóvenes en sociedades analfabetas y de tradición oral. Luego llegó Walt Disney y la modificó de tal manera que la convirtió en un cuento ñoño y desinflado.
Al final ‘Blancanieves y la leyenda del cazador’ es otro tipo de mutilación, pero tiene el buen gusto de acogerse a la vieja tradición oscurantista de la literatura oral europea, añadiéndole unos cuantos mitos históricos más (Stewart da el pego como Juana de Arco, aunque en versión pijoleras) y suficientes efectos especiales para que Charlize se pueda lucir y la película dé el pego. No es el original, pero puede funcionar. Para todo lo demás, es decir ñoñerías en general, que toquen en la puerta de la infame Disney.