Una Semana Negra de Gijón más, otra visión igual que la de otros años, la de una feria donde a veces parece que la literatura pesa menos que todo lo demás.

La Semana Negra tiene algo de auténtico, amistoso, cercano, resistente, pero también de amateur y de alocado. Lo mismo que la hace exitosa, especialmente entre sus fans (escritores, lectores o periodistas) es lo que la aleja de ser una cita realmente magnética para todo el sector literario en español. Es un gran arrecife al que se agarra la literatura de género negro y resistente, especialmente en estas fechas en las que todo son problemas y recortes del Estado del Bienestar. Una guerrilla del papel y la tinta que hace mucho daño a lo establecido, un pequeño oasis en el que respirar otros aires pero que, por desgracia, no tiene el peso que debería tener.

Después de dos visitas en años consecutivos echamos de menos lo de siempre, la falta de sofisticación y de fondos para hacerla crecer, siempre víctima de las zancadillas de los políticos del arco conservador en Asturias y que tanto daño le han hecho al festival. O de las asociaciones de vecinos, o de los acólitos de Álvarez Cascos, o del ayuntamiento de Gijón que parece metido de lleno en un síndrome bipolar (te odio pero no te remato…) o de la Universidad… Cuando uno depende tanto del poder público suelen llegar los puñetazos cuando les pisas el callo por ser izquierdista y libre. Nada le haría más daño a todos los que reniegan de la Semana Negra que verla más fuerte y solvente, con más impacto. Y eso sólo se consigue reformándose. No puede morir, pero debe cambiar.

El aire brioso del grupo de amigos y compañeros del papel y la tinta que en los años 80 tiraron del carro del evento sigue presente a pesar de que Paco Taibo ya no sea el director, pero sí el alma. Ese espíritu de guerrillero paciente es lo que ha mantenido abierta la Semana Negra durante años, su ansia de ser libre por completo para patalear y señalar lo que se hace mal. Imprescindible en la España de hoy. Guerrilleros cuyas armas son libros e ideas. Glorioso, pero insuficiente para los tiempos que vienen. Pero no todo es dulce. Para empezar el actual emplazamiento, en las instalaciones de la Naval, viejas, aisladas y algo lejanas del cogollo de Gijón, el festival parece más disperso y perdido.

Necesita la Semana Negra un tiempo para reformularse, para cambiar y avanzar, una mano de sofisticación que le dé más fuerza si cabe y consiga sacarla de esa espiral de incomprensión y hostilidad que ha tenido siempre de una parte de la sociedad asturiana. El dinero privado no debería cortar la ideología, que a veces funciona más como coartada que como rasgo de la Semana Negra. Además, hemos de decir que a nuestro gusto tener una noria y chiringuitos de comida rápida a apenas cien metros de las carpas de los escritores no es una buena idea. La gente va a la feria, no al festival: el efecto que tiene es que la literatura se dispersa, se pierde, y grandes figuras como Saccomanno y compañía se esfuman en una marabunta de familias que hacen bulto pero que ni se acercan a las carpas. Una imagen recurrente que anotamos fue la de familias que por curiosidad pasaban junto a las carpas, escuchaban diez segundos, se daban cuenta de que era algo cultural y salían despavoridas empujando carritos o tirando de niños pequeños.

Taibo y sus compañeros bregaron como hóplitas durante años frente a las circunstancias, pero quizás haya llegado la hora de reformarse. Caer de pie, nunca de rodillas, es muy loable, pero más lo es cambiar para ser mejor y vencer las cortapisas y golpes de los que odian la Semana Negra. Y eso se palpa, basta hablar con algunos gijoneses para darse cuenta de que en Asturias, como en el resto del país, la cultura es sospechosa y socialmente mal vista. Un país de ignorantes no deja de serlo de la noche a la mañana. Como decía Noemí Sabugal, “al escritor se le mira como si fuera sospechoso”, quizás de pensar por su cuenta, como si la democracia española nos hubiera hecho más o menos libres pero siguiera siendo hostil a la intelectualidad. Que la Semana Negra no muera, pero para eso tiene que evolucionar.