Terrible debe ser el poder del útero femenino para que durante siglos, sea cual sea la cultura o lugar, siempre haya estado bajo la bota del poder y el Estado.

Nadie ha explicado todavía qué tremendo poder, probablemente sobrehumano, esconden las mujeres en el útero para que tanto éste como sus cuerpos sean un asunto público y de debate. A nadie se le ocurre debatir sobre quién es el dueño de los genitales masculinos, ni el uso que el hombre hace de ellos, pero la mujer parece ser otro tema diferente. Y da igual que se trate de una sociedad occidental, oriental, musulmana o cristiana, judía o budista, siempre la mujer bajo cuatro llaves, cadenas, candados, verjas y todo tipo de leyes que la sustraen del útero, esa especie de piedra filosofal que parece ser cuestión de Estado. Y eso que son el 51% de la Humanidad.

De todas las formas de dominación femenina quizás las leyes sobre el aborto sean las más sutiles: sustraen el control sobre sus cuerpos bajo la máxima de la protección a la vida, lo cual es muy loable pero al mismo tiempo es el escudo de muchos abusos de poder. No hay nada inocente en la expresión “pro vida”, como si los que defienden la libertad integral del individuo fueran por la calle con un machete para matar. Pero qué terrible poder debe tener el útero, en serio, ¿de qué está hecho, de kriptonita? En realidad, y lo siento para quien esperaba algún tipo de respuesta mesiánica del Destino, las mujeres son igual de inteligentes, idiotas, cultas, ignorantes, brillantes o rematadamente gilipollas que los hombres. En la Naturaleza hay pocas constantes inalterables, y la proporción de inteligencia y estupidez es una de ellas: lo sentimos pero el matriarcado es igual de absurdo que el patriarcado. Así de claro.

Por otro lado, el útero debe ser como tener bajo tu control misiles nucleares listos para ser usados. O eso o alguien debería explicar mejor qué tiene asociado un simple sistema de reproducción común a todos los mamíferos para que durante miles de años todas las formas de poder hayan optado por tener bien sujeta a la mujer. Quizás sea un poder mágico, el de gestar el feto que luego será un ser humano, o puede que sea el sexo y simplemente los hombres que han acumulado y utilizado el poder históricamente simplemente quieran asegurarse que lo van a tener. Sea como fuere, los hombres son dueños de su pene pero las mujeres no son dueñas de sus genitales, condición indispensable para poder luego poseer su útero. Nacer con él no debe ser suficiente razón para que sean libres de verdad. Así que algo se cuece ahí dentro muy poderoso para que en el supuestamente desarrollado Occidente todavía no se permita a ellas disponer de sus cuerpos. Que llamen a Iker  Jiménez a ver si él sabe algo que los demás ignoramos.

El aborto no deja de ser un trauma, pero la propia Naturaleza provoca abortos en aquellos fetos que, vaya usted a saber, no van a tener viabilidad. Supongo que los antiabortistas lo saben pero no denuncian en los tribunales a la madre Naturaleza cuando una mujer tiene un aborto natural. Abortar es un trauma para todos, pero una sociedad racional no puede prohibir a nadie que haga algo amparándose en cuestiones morales derivadas a su vez de ideologías religiosas particulares. Los dogmas religiosos son como un dragón, un pequeño Smaug que sigue durmiendo sobre su tesoro sin darse cuenta de que fuera de la gruta las cosas han cambiado. Y cuanto más arrinconada está una religión, más virulenta se vuelve, razón por la que los obispos se han multiplicado en los medios: Smaug intenta defender su tesoro aunque sea con un marketing sociológico suicida.

El salto adelante de la Humanidad que supone controlar su propia reproducción y natalidad es una condición indispensable para alcanzar nuevas fases de desarrollo. Personalmente creo que todo lo que sea echarle un pulso a la Naturaleza es peligroso, pero todo lo que sea prohibir algo sin argumentos racionales es todavía peor. La vara de medir ya no está en los libros sagrados, a los cuales, por cierto, las respectivas iglesias han ignorado una y otra vez. Un sacerdote me dijo una vez que lo único que necesitamos de la Biblia es el Sermón de la Montaña, que todo lo demás es prescindible. Justamente ésa es la parte que siempre ignora la jerarquía. Pero la Iglesia no es más que un detalle de la situación: la verdadera clave está en ese útero sobrehumano que asusta y aterra, que parece tener tanto poder como para justificar que en el año 2014 las mujeres sigan sin ser dueñas de sus cuerpos y un simple órgano tenga de los nervios a media Humanidad mientras la otra mitad se pregunta qué pecado ha cometido para ser tratada como una esclava. Que alguien lo explique, por favor.