Informar sobre ciencia es una tarea propia de Sísifo, una “inutilidad útil” que por desgracia apenas tiene efecto sobre un público mal formado y peor educado.
Resulta inquietante ver cómo la mayor parte de los medios tiró de tópicos y luces de colores para explicar lo que supone para la ciencia, y para la Humanidad, la captura de ondas gravitacionales del Big Bang desde el complejo sistema de detección que se desarrolló alrededor de BICEP2, un gran telescopio situado en la Antártida. Todos sabemos ya que la física es compleja, y que este nivel de abstracción es muy grande y no todos pueden entenderlo. Y que es mucho más difícil que un periodista con una formación endeble (como la inmensa mayoría) pueda canalizar las ideas hacia el público. Pero que sea difícil no significa que no deba intentarse.
Los informativos televisivos lo intentaron, hay que reconocerlo, tirando incluso de imágenes comprensibles (“el Universo primitivo se expandió 100 billones de veces en lo que tardamos en parpadear”), y de ese recurso narrativo tan usado que es una explicación obtusa y compleja que la gente no entiende pero que da por buena, incluso relevante, porque se trata de un tema “muy serio”. Y como el 90% de la población asume como cierta cualquier cosa que salga en TV, entonces misión cumplida. La prensa también lo hizo con sesudos textos que nadie lee más allá del primer párrafo, y por supuesto las radios imitaron a las televisiones y poco más. Y eso si lo hicieron público. Muchos medios optaron por una nota a pie de página, o simplemente lo ignoraron.
España no es muy diferente de otras naciones, salvo por su tolerancia a la corrupción y la pasividad social. Que ya es mucho. En todo lo demás nos parecemos bastante al resto de occidentales. Pero en cuestiones científicas es la expresión perfecta de un espejo: la luz siempre se refleja en ella sin atravesarla. Abundamos en algo que ya hemos repetido una y otra vez: divulgación. Es una constante que debe ser repetida, y los medios de comunicación tienen un papel vital en esta cadena, la que traslada los logros de la ciencia a la sociedad, ya de por sí mal formada, peor educada y que tira de aquello que un famoso informe de la Fundación BBVA definió como “superhombres con bata blanca”. Es decir: si lo dice un tipo con bata blanca que es científico, entonces tiene que ser cierto, bueno y útil. En eso sí hemos cambiado: antes eran los púlpitos llenos de sotanas y alzacuellos los que daban medida de la verdad, ahora son empollones con bata y gruesas gafas que parecen muy inteligentes. La cuestión es que el pueblo no piense, no vaya a ser que tenga migrañas. O peor, se dé cuenta de ciertas cosas.
Además, los medios de comunicación están llenos de periodistas más preocupados por correr detrás de celebridades de medio pelo o del político de turno que quiere su ración de egomanía. Y sobre todo porque salen de las universidades sin estar realmente formados, sin interés por la ciencia, directos a un mercado laboral con forma de embudo donde el 60% de todos ellos jamás trabajarán en medios de comunicación. Estos periodistas son un fiel reflejo del nivel educativo del resto de la sociedad: bajo cero. Nos jugamos un millón a que este post apenas tendrá trascendencia, no llegará ni siquiera a los que nos siguen fielmente, lo verán pasar a la espera de otra noticia sobre cine, arte o música, sin prestarle mucha atención.
La divulgación científica en España es ínfima, irrisoria, porque socialmente no tiene peso, porque la ciencia apenas tiene relevancia política, es arrinconada, tratada con desdén y desprecio por un gobierno repleto de católicos incapaces de ver más allá de los tradicionalismos y para los que la ciencia es poco menos que un súcubo que distorsiona su verdad política. “Que inventen ellos”, dijo el nefasto Unamuno, otro ejemplo de la perenne malversación de intelectuales obsesionados con la espiritualidad perdida e incapaces de atarse al mundo de alguna manera. Nunca una frase resumió tan bien la incapacidad congénita española con la ciencia. Pero el problema es que el presente y el futuro es y será de la ciencia, y de nada más que la ciencia. Mientras España duerme en su ignorancia el resto da pasos de gigante para regular cómo será el mundo. No es poder, es futuro. Y nosotros no tenemos futuro.