Corrupta, ciega, sordomuda, dispuesta a bajar al barro con tal de sacar tajada… un lugar donde pagan justos por pecadores y donde más te vale tener clan que talento.

La corrupción forma parte de la genética española desde casi su misma fundación como proyecto nacional, con aquel matrimonio entre Isabel y Fernando donde todo fueron componendas, pactos, reparto de beneficios y al pueblo que le vaya bonito. Lo corrupto es visto en España con ternura y compasión, como la sonrisa de un niño malvado que rompe el jarrón pero le acabas dando una palmadita.

Un país donde incluso, para espanto del resto del mundo civilizado, se plantean legalizar las primas a terceros en una competición deportiva. Si bien el fútbol es uno de los nidos de corrupción más grandes jamás vistos, también es cierto que al menos habría que aparentar cierto grado de moralidad. No hombre no, que esto es España. Además, está el perverso efecto Rousseau (todo el mundo es bueno por naturaleza): el sufrido pueblo español es inocente y bueno por naturaleza, aplastado siempre por los de arriba. Cierto, pero también es verdad que ese inocente pueblo ha permitido esta situación de inmoralidad crónica y que la alimenta a diario con esos pequeños gestos de moral distraída invisibles para la distraída ética ibérica.

Desde pequeños a los españoles se les inculca que si tienes un amigo o un familiar que puede hacerlo será mejor que no busques a otro. La meritocracia es una utopía. El nepotismo exacerbado, el enchufismo, el amiguismo, el tráfico de cargos y favores. Ser mejor o tener más talento que el de al lado no es sinónimo de nada; el sacrificio, el trabajo, el tesón, la persistencia, todo eso no significa nada, porque siempre habrá alguien mejor colocado, con mejores contactos y menos moral dispuesto a aceptar el cebo que te tiran desde arriba. Y cuando más precario es el trabajo y más machacado, sordo, mudo, ciego y tonto es el pueblo, más corrupción hay. Un poder desatado y libre de cadenas, decían los romanos, es el principio del fin de la libertad y la justicia. Pues aquí tenemos un sistema político que ni por el forro piensa purgarse ni reconstruirse. De eso nada, no vaya a ser que el negocio se venga abajo. Y al final pagan justos por pecadores: los políticos justos y buenos terminan sepultados.

El simple hecho de que alguien pregunte “¿te hago factura o no?”, que diga eso de “es tanto con IVA, y menos sin IVA…”, que ningún político dimita pese a estar manchados de basura hasta el cuello, todo eso son rasgos definitorios de una Leyenda Negra que no es leyenda sino una realidad sobrecogedora. España es corrupta hasta la médula, y si la casta política y económica hace lo que hace es porque se lo hemos permitido y porque nosotros hacemos lo mismo desde la base. Las naciones tienen los gobernantes que se merecen. Así pues, España, esto es lo que hay. Es cierto, en todos lados cuecen habas, pero la diferencia entre Nosotros y Ellos es que al otro lado de los Pirineos, del Atlántico o de cualquier lugar tienen la vergüenza de asumir y purgar culpas, mientras que aquí se mataría antes a la madre de un navajazo que admitir un error, una culpa o crimen. Pero claro, ellos no tienen solecito ni se pueden tomar birras en la calle, ni viven de puta madre como nosotros, ni tienen esa alegría interna… claro, claro…

España es la patria del “tengo un amigo que…” y del “mete a mi hijo/primo/hermano/sobrino en el negocio”, un lugar donde todo se pacta siempre antes, fuera de los focos, donde se puede negociar cualquier cosa con tal de sacar tajada. Pasa lo mismo en otros países, pero éste es el que nos importa, porque no somos italianos, franceses o británicos, somos sufridos españoles. Los romanos no mataron a los fenicios y cartagineses, que va, se quedaron todos en esta parte del Mediterráneo. Lo lleva en la sangre, es su naturaleza y no puede rebelarse frente a ella. No hay esfera de actividad donde no haya corrupción, desde el nepotismo al sobre manchado. En cualquier otro lugar del mundo, salvo en las dictaduras, se permitiría que el partido en el gobierno o el de la oposición salgan de rositas de la lluvia de mierda que les cae a diario. Desde los sobres de la calle Génova a los ERE de Andalucía: mismo patrón, distintos apestados.

Y ahora viene lo peor: la solución, de haberla, tardará como mínimo dos generaciones. La primera tendrá que darse cuenta del problema (y lo dudamos, pero mucho) y la segunda cambiar todos los usos y costumbres del día a día para, a largo plazo, traer al mundo a una tercera generación que sea capaz de vivir sin la tentación de bajarse al barro por un puñado de monedas como un Judas Iscariote cualquiera. Muy pocos son conscientes de este problema. Tan pocos que bajan los brazos. Y para demostrar que nadie está libre de culpa, reconocemos que esta web, con revista, blog y noticias, nació en parte por un acto corrupto arreglado en un bar entre un par de pintas de cerveza. Porque de otra forma probablemente no se podría haber hecho. Spain is different, Spain is this.