Adanowsky no les sonará, pero es un buen ejemplo de que en la música tan necesario es el talento musical como un rey del micro o de la guitarra que acompañe.
Alguien, llámenosle Omar X, dijo en cierta ocasión que el verdadero punto clave de la música desde que los ritmos populares saltaron la barrera de lo oficial (desde que apareció el jazz y todo lo nacido y surgido de la música afroamericana, que es decir TODO) era el “entertainment”, ese elemento principal sobre un escenario o en el estilo que hace que la gente se enganche a la música. Traducción: además de tener buenas canciones, talento y buenos músicos, una banda, grupo o solista necesita un añadido artístico que nada tiene que ver con el noble arte de poner notas sobre el papel. Se puede ser el mejor letrista, compositor o músico del planeta, pero si no tienes un ancla o un cebo, un plus, un añadido sobre el escenario y ante los medios, puedes estrellarte.
Adanowsky era uno más de los invitados al Festival de las Artes de Castilla y León (Fàcyl), un simple añadido, un músico chileno-francés que ya había formado parte de este festival, siempre en escenarios pequeños. Su música era antes más íntima, con algo de vodevil pero melancólica, más experimental y personal. Y de repente ha cambiado: un escenario tan vetusto como el Patio de Escuelas Mayores, con la estatua inamovible de fray Luis de León en el centro, vio aparecer con fuerza a un tipo que había cambiado el ambiente íntimo pero con gancho por un despliegue que copiaba muchos de los elementos de los conciertos de Prince o de los Rolling Stones, con añadidos personales, como poner en cuclillas a todo el aforo, con canciones propias y versionando las de otros, con toda una estética en los miembros de la banda y en él mismo que daba la sensación de haberse caído en una marmita ochentera: brillantina, lápiz de labios, la pose y el “sensual feeling” rebotando por cada esquina.
Resultado: un show. La música se montó sobre el efecto del entertainment que había organizado Adanowsky, hijo de Jodorowsky para más señas, con un espectacular guitarrista de pantalones rojos ceñidos, americana de lentejuelas, pecho al aire y un sombrero a lo Axel Rose para rematarlo; no era más que una de las caras de toda la banda, donde desde el teclista al batería, el bajo y los coros jugaban ese papel, interpretaban un show más que tocar música. No significa que el arte pase a un segundo plano, pero a estas alturas todos sabemos que el arte también es representación, y que tanto en literatura como en música lo escenificado tiene un punto mediático y de tirón popular que puede marcar la diferencia. De la misma forma que muchos escritores juegan a ser malditos, rebeldes o subversivos para poder ganar audiencia y lectores, los músicos ya saben que subirse al escenario y tocarse un solo de guitarra le puede valer a Jack White, pero no al resto.
Por eso quizás muchas de las personas que estaban reunidas alrededor de la estatua del fraile y profesor y delante del escenario de Adanowsky comentaban que era de lo mejor que habían visto. Ojo a lo de “visto”, que no “oído”, lo cual no significa que no hubiera calidad. Adanowsky ha sabido rodearse de muy buenos músicos: él es el centro, pero no hay rey del mundo que no tenga a sus pies a un buen ejército, de la misma forma que todo músico-artista sabe que necesita de buenos acompañantes. Para demostrarlo estaban el batería (con un doble solo de órdago), el guitarrista (otro espectáculo que se marcó él solito una canción entera del concierto), el teclista (jugando a ser el tercero de Daft Punk) e incluso el bajo y los dos coristas. Resumen: el entertainment es un fondo que asegura cierto grado de éxito, seas buen músico, mejor músico o sublime. Da igual.
Prince ha vivido tanto de su enorme talento como de la puesta en escena, borrándose incluso el nombre y poniéndose un logo como un dios pagano, y copiando muchas de las cosas que hiciera James Brown en los años 60 y 70; el primer Elvis Presley también lo hizo, un chico blanco del profundo Sur de EEUU que supo imitar parte del show que montaban los músicos negros, los mismos a los que James Brown adoraba… y la cadena es la que es. Sin olvidarse del hombre que confundió show con música, Michael Jackson, quizás el que mejor supo exprimir ese lado. Cada banda tiene su parte de show escenificado: los Rolling Stones tienen a Mick Jagger, Rage Against the Machine tenía a toda la banda dando tumbos, igual que Red Hot Chili Peppers; hasta cierto punto Bono hizo ese papel en U2 durante un tiempo, los Who eran un entertainment entero por sí mismo y del punk y post-punk y su capacidad teatral (Sex Pistols, Ramones, The Clash, etc, etc) podríamos hablar durante horas. La cuestión es que tu música llegue, y nada mejor que un poco de teatro para conseguirlo.