Hawking en Tenerife con el Festival Starmus, Física a raudales, pero una vez más lo único que parece importar es si es ateo o no, qué piensa de Dios y de la religión. 

Mentes pequeñas, preguntas menores. El problema del periodismo y la ciencia en España es crónico. Había una oportunidad de oro para poder desplegar lo mejor de la comunicación con un científico que es como una estrella de rock, un ejemplo de superación humana, y sobre todo uno de los mejores divulgadores que existen. Pero la inmensa mayoría de los medios españoles prefirió quedarse con lo frívolo (Ciencia y Religión) en lugar de con lo bueno y complicado. Con la excusa de que había que promocionar la ciencia rebajaron el mensaje, y así, en lugar de hablar de agujeros negros, del Big Bang, de la inflación cósmica tras el estallido y de cómo el equipo Planck le lleva la contraria a los que habían validado la teoría del universo explosivo en su origen.

Pero no, había que hablar de su ateísmo, como si eso fuera lo realmente importante. Malgastar espacio y palabras en saber por qué no cree en Dios es como ofrecerle a alguien un Ferrari y que no le guste el color y quiera otro. Es una soberana frivolidad, casi rallando la estupidez, y eso tiene un coste: quita espacio, tiempo y energías para lo que importa, que es la divulgación científica. Pero el problema es que las lagunas mediáticas son siempre provocadas por vacíos educativos. Eso hace que sea tan importante no bajar nunca el listón, y obligar a la gente a subirlo para que puedan aprender, para que mejoren. De lo contrario se mantiene esa oscuridad en la sociedad que hace que en España crean que la ciencia es casi como la magia. Y eso siendo generosos.

Ante la enorme laguna educativa que dejan tras de sí sucesivos gobiernos que piensan más en sus intereses e ideologías baratas que en el futuro de la nación, no queda más remedio que hacer mucha divulgación. La Física es, por definición, la más abstracta y complicada de las ciencias, porque basa la mayor parte de su tarea en algo tan infinitamente alejado de la vida diaria como saber qué es el universo, por qué es como es, cuál es su estructura interna, qué partes la componen y cuáles son las leyes que lo regulan. Sencillo sobre el papel, pero tarea titánica en la realidad. Todavía hoy el ser humano apenas ha arañado levemente el tejido del cosmos, y con cada nuevo descubrimiento o teoría que parece solucionar una pregunta, aparecen otras nuevas. Nunca hay respuestas firmes, y cada puerta abierta conduce a otra sala donde hay más puertas cerradas.

Una de esas puertas es la de la materia oscura, que compone una parte fundamental del universo y que podría jugar un papel fundamental en la arquitectura material real del Todo en el que habitamos. Su ligazón con la energía oscura es todavía más importante, ya que esta energía representa un porcentaje mayoritario de la composición del universo. La agonía de una mente no acostumbrada es predecible: el ser humano siempre vive por y para certezas fijas que le ayuden a vivir en el mundo. Por eso nacieron las religiones, para crear un relato del Todo, pero es la ciencia la que responde a las preguntas con certezas posibles y con nuevas preguntas. El ser humano debe pues cambiar su forma de pensar: nada hay fijo, todo puede cambiar, vivimos para adatarnos.