Un reportaje reciente demuestra los errores garrafales que se han cometido en el biopic sobre Alan Turing y que podría llevarse algún Oscar. La película es ‘The imitation game’, traducida en España como ‘Descubriendo Enigma’ (alguien debería algún día explicar el por qué de muchos títulos cuando se traducen…); no tuvo mucha suerte en los Globos de Oro pero bien podría ser nominada a los Oscar mañana cuando la Academia de EEUU haga públicas sus favoritas para la gala.
La película narra parte de la vida de Alan Turing, padre de la computación moderna, progenitor también de lo que hoy llamamos ordenadores, que ayudó a vencer al Tercer Reich con sus máquinas al descifrar los códigos de comunicación secretos de los nazis (el sistema Enigma), y que como regalo fue condenado al ostracismo por ser gay, a un sanatorio y a una muerte inducida por su depresión. Se suicidó con una manzana envenenada, un detalle que (dicen) luego inspiró a Steve Jobs para crear el logo de Apple (una manzana mordida). Turing fue una de las mentes más brillantes del siglo XX, el hombre que cambió todo y que se dejó en el tintero de su memoria avances que podrían haber acelerado la informática mucho más de haber tenido recorrido y fondos. Es uno de los casos más sangrantes de injusticia con quien tan gran servicio hizo a la Humanidad. Todo por ser gay. Una vergüenza para Reino Unido que sólo fue corregida en 2013, ¡en 2013! Los gobiernos y las sociedades cometen crímenes con la misma tranquilidad con la que exhiben valores en público, cuando todos sabemos que el verdadero principio de toda sociedad humana es la hipocresía.
Hollywood eligió a Benedict Cumberbatch para interpretar a Turing, y en el proceso de adaptación de la vida real y escrita por Andrew Hodges (‘Alan Turing : The Enigma’, 1983) decidió ejercer de lo que más sabe: inventar. Todos sabemos, lo hemos dicho muchas veces, que cada arte y forma de expresión tiene sus normas y que al saltar de una a otra se pierden cosas y se ganan otras. La lista de autores enfurecidos por las adaptaciones al cine de sus obras es tan larga como para escribir varios libros. Es lógico: la literatura tiene una realidad infinita (el lenguaje permite crear lo que sea sin límites físicos o temporales, pura imaginación), pero el cine debe ceñirse a cuestiones mundanas (lo que se pueda rodar, lo que los ordenadores puedan crear y la duración de la película) que siempre dejan víctimas por el camino. Pero es que con Turing, según cuenta Marta Peirano en eldiario.es se han pasado varios pueblos. Certifica seis errores que son licencias de Hollywood para hacer más atractivo un personaje que ya de por sí lo era.
Algo parecido han hecho con Stephen Hawking en ‘La teoría del todo’, biopic extraño basado en las memorias de su primera esposa y que se centra sobre todo en su vida sexual y sentimental más que en el potencial intelectual de uno de los mayores físicos de la Historia. En ambos casos se trata de películas que intentan recrear lo que les interesa más que la realidad, que suele ser más excitante, abstracta o fascinante que la imaginación de un productor, guionista o director. Luego Hollywood lo disfraza todo muy bien, pero es obvio que Cumberbatch ha revivido a Sherlock Holmes al dar vida a Turing. Porque si tienes un personaje perfecto para diseccionar a un genio, ¿para qué cambiar? Es una buena película, dicen, muy reveladora de la hipocresía de Gran Bretaña, pero está todo exagerado o distorsionado. Es decir, que la realidad no te estropee un buen titular o un buen guión.
La película narra parcialmente la injusticia sobre Turing, un gay tímido y lleno de talento en una puritana, hipócrita y casquivana sociedad británica que no tragaba que un funcionario oficial fuera homosexual. Sufrió el mismo proceso de destrucción lenta al que fue sometido Oscar Wilde, con la diferencia de que él optó por envenenarse en lugar de dejarse morir lentamente. Reino Unido es un lugar peculiar: presume de liberalismo y de buenas costumbres pero en ningún lugar del mundo hay más hipocresía y crímenes sexuales. Es legendaria la doble moral victoriana (caballeros cristianos y conservadores de día, fumadores de opio y puteros de noche), capaz de cubrir a sus mujeres hasta los tobillos y de organizar redes de pederastas con la misma tranquilidad.
Cumberbatch exagera (por guión o decisión personal) a un personaje que no era como se demuestra en la película, de la misma manera que Eddie Redmanye es un Hawking de telefilme en ‘La teoría del todo’: es Hawking, sí, pero el que quiere Hollywood, no el inglés genial y circunspecto de humor ácido que parece ser el auténtico Hawking. En ambos casos el biopic vuelve a demostrar que el cine echa la pimienta y elimina contenidos con la misma facilidad con la que construye mundos imaginados, o vidas imaginadas. Ambas tienen muchas papeletas para los Oscar, al menos para ser nominadas, y sus exageraciones mentirosas ayudarán a crear una imagen distorsionada que ya ha sido denunciada por historiadores y familiares de ambos. Pero, una vez más, que la realidad no te destroce una buena idea, que esto es Hollywood y la realidad no es su fuerte.