De todos los errores sociales graves cometidos y mantenidos por el ser humano, que son muchos, el machismo es sin duda alguna uno de los más irracionales, tanto por las oportunidades perdidas como por lo autodestructivo que supone apartar del desarrollo al 51% de la Humanidad.
Hace apenas un suspiro una chica ha recibido un disparo en la cabeza por parte de su familia. Su crimen era haber cantado en un programa de televisión, a donde había ido con su madre como acompañante, que la alentaba a expresarse. Ha sido en Turquía, otrora el orgullo más o menos secularizado del mundo islámico y ahora un sonajero donde el proto-tirano Erdogan intenta reislamizar al país. La policía ya ha detenido a parte de la familia paterna. Al menos lo han hecho: en otros lugares casi lo habrían aplaudido. Es una muestra más de cómo el viejo mundo surgido de las cavernas se mantiene muy vivo, siempre escondido a la espera de su oportunidad. Y siempre en nombre de la virtud, como si una mujer cantando fuera un pecado ominoso, o fuera peor que las relaciones de dominación y esclavitud formal a las que son sometidas miles de millones de personas en muchos de esos países.
No importa cuál sea tu religión, lengua o cultura de origen: el machismo es universal, no hay sociedad donde no exista en algún grado. Quizás queden un puñado de tribus primitivas o recónditas donde la mujer es respetada, pero son la fugaz excepción a un mal que está tan incrustado en la mente humana que ni siquiera hay conciencia de ello. Conocemos personas cultas, leídas y progresistas a las que en más de una ocasión hemos pillado in fraganti con ideas que parecen sacadas de un manual de los prejuicios de género. Incluso tenemos grabada en la memoria a un “progre” de manual, con estética de Cortázar incluida, famoso por sus discursos de izquierdas, que luego trataba a su novia como una criada, como si por amarle tuviera que ser su chacha las 24 horas del día. Y lo hacía en público, sin darse cuenta de que lo hacía, que es lo peor. Da igual el color político, rascas un poco y sale el cavernícola. No importa que seas occidental o asiático, africano o latino, todos cojean de la misma pierna. Todos cometen el error de romperle un ala al pájaro. Si los hombres son una, las mujeres son la otra. Y no hay constancia de que ningún pájaro sea capaz de volar con una sola ala.
Nuestra especie ha quedado lastrada durante milenios porque en su momento la sociedad avanzó tecnológicamente pero retrocedió socialmente. Muchos antropólogos han demostrado que originalmente las culturas humanas eran mucho más igualitarias, que los progresos y beneficios se repartían y sobre todo que las mujeres tenían un peso específico mucho más grande. Luego, al menos en este lado del mundo, llegaron los indoeuropeos, que impusieron una estructura social mucho más vertical, patriarcal, jerarquizada y militarizada. Si los indoeuropeos triunfaron en su expansión por el mundo fue porque llegaban con mejor tecnología (como el carro de cuatro ruedas y una mejor fundición de metales) pero también con una estructura social mucho más dura. Eran más resistentes y el ordeno y mando funcionó en su tiempo. De aquellos polvos vienen estos lodos actuales. En el año 2015, en el corazón de la supuestamente civilización política y socialmente más avanzada del mundo ser mujer sigue siendo un riesgo.
El machismo no sólo es política y socialmente injusto, también es dañino y resta eficiencia a nuestra civilización, que bastantes problemas tiene ya como para añadir uno más en su camino. Actualmente hay casi un 51% de mujeres en el mundo respecto a la población total humana. Si tenemos en cuenta que en la mayor parte de países (igual sólo quedan Islandia y Noruega fuera) hay algún grado de machismo lacerante vivo eso significa que la Humanidad relega a un papel secundario a una mayoría de la población. No importa que luego haya un tanto por ciento de mujeres con poder y capacidad de decisión. Siempre serán menos de lo que debería ser. Si quieren sentirse realmente mal, echen a volar la imaginación y mediten sobre dónde estaría nuestra civilización de haber sumado los esfuerzos de ese 50% que nunca se ha tenido en cuenta. Si no se le ponen los pelos de punta es que no debería formar parte usted de la propia Humanidad. Así que no sólo se trata de lo terrible que es desde el punto de vista del derecho esa marginación, es que además es autodestructivo. Nosotros sí que podemos imaginar dónde estaría la Humanidad de no haber relegado a todas esas personas. Piensen en la cantidad de investigadoras, artistas y líderes que hemos perdido para siempre por no haber dado salida a sus talentos.
Qué se puede opinar de una civilización que hace apenas un siglo no las dejaba votar, que hace dos siglos todavía discutía si las mujeres tenían alma, y que en muchas culturas eran usadas como moneda de cambio. Probablemente todavía lo sean. Sociedades injustas que se escoden detrás de la excepcionalidad cultural mal entendida para sacar rendimiento económico: si la mitad de la población no puede trabajar ni acceder a los mejores puestos, entonces la otra mitad (masculina) seguirá teniendo el control económico y político de esa sociedad. El machismo como arma de control, también como arma de poder. Desde la cuna, apartándolas de la educación, prohibiéndoles acceder a mejores conocimientos y mejores sueldos. Intentar justificar la violencia de género o las posiciones de dominación siempre tienen justificaciones culturales o tradicionales, pero en realidad es un mecanismo para que una parte se enseñoree sobre la otra. Es una versión más sofisticada y sutil del viejo feudalismo. Asusta cómo incluso en países mucho más avanzados que el resto todavía el machismo tiene lugar, muchas veces en forma de chistes o bromas escondidas en conversaciones cómplices en voz baja. Pero todo eso no sería más que parte del anecdotario si luego no tuviera consecuencias políticas, económicas y sociales.
Al final lo único que importa, lo que de verdad será la vara de medir de una cultura humana, es a eficiencia y su progreso. Siempre ha sido así. Que un grupito de pastores de montaña sigan siendo los mismos que hace mil años no tiene mérito alguno, lo admirable sería que esa comunidad hubiera evolucionado hasta ser capaz de poner satélites en órbita, de encontrar cura para una enfermedad o haber desarrollado una buena literatura. En cambio toleramos los desmanes de esas culturas porque, suponemos, nos sentimos culpables si las dejamos morir o les pasamos la factura de sus errores. Pero el Universo es, sobre todo, un mecanismo eficiente: poco a poco la mujer ocupa el lugar que le corresponde. A pesar de la tozudez de ese monstruo inservible llamado Tradición Cultural. Pasarán todavía siglos antes de que la igualdad sea efectiva, y nuestros descendientes nos juzgarán con crueldad merecida por nuestro primitivismo. Hoy nos reímos de aquellos campesinos medievales por sus supersticiones bárbaras. Quizás en 2115 se rían de todos nosotros por permitir que las mujeres fueran marginadas, y los que hoy son valores tradicionales sean entonces vistos como señales de nuestra inferioridad respecto a ellos. Nada ni nadie es inmutable e insuperable. Recuérdenlo siempre.