Es evidente que la primera generación que usa internet, y especialmente las redes sociales, no está entrenada para poder sacarle el verdadero jugo a un sistema que, inventado como fue para ligar, ha terminado por crear una sociedad paralela a la física y real. Pero tanto una como otra son igual de válidas, y las normas de una deben aplicarse en la otra si no quiere el usuario terminar como el célebre Zapata y su chiste de los judíos y los ceniceros.

En realidad es muy sencillo, basta un poco de sensatez, otro tanto de pragmatismo, tener una vida real lo suficientemente nutrida como para no andar pensando en mirar Facebook y Twitter cada poco y, sobre todo, no hacer nunca nada en caliente. A continuación desgranamos algunas normas muy sencillas que evitarán que cometa errores de bulto, que sea objeto de una cadena viral que termine por arruinar su trabajo o su vida personal, y sobre todo que le ahorrará la tediosa, ridícula y vergonzosa tarea de pedir perdón por ciertas cosas que ha publicado. No importa cuánto lo niegue: usted es un mentiroso patológico, pero internet jamás olvida. JAMÁS.

1. Se llaman redes “sociales” por algo. Internet puede ser la selva sin ley, pero las redes sociales tienen un componente de comunidad humana por otros medios (digitales, virtuales, como usted quiera llamarlos) que obligan a tener ciertas normas. Dentro de algunas décadas, cuando internet ya se haya normalizado en nuestro comportamiento, la gente dejará de esconderse detrás del anonimato para insultar y sudar odio por cada poro. En realidad Facebook y Twitter son una prolongación de la sociedad real. Por lo tanto si usted no va por la calle y al primero que pasa le pega una bofetada y lo llama “hijo de perra”, pues no lo haga escondido detrás del reflejo de una pantalla en su cara de anónimo pasivo-agresivo. Y si lo hace dé su nombre y asuma las consecuencias. Toda red humana es siempre social, por lo tanto no vale eso del libre albedrío.

2. Internet jamás olvida: mucho ojo con lo que escribe. No importa que hayan pasado meses, años, todo queda. Cuando se diseñó la estructura de internet se hizo como un sistema de comunicación militar, es decir, se blindaron los canales. Cuando las universidades lo adaptaron hicieron lo mismo: no sólo había que comunicar, también asegurar el conocimiento compartido. Por eso internet jamás olvida, diseñado para replicar, copiar y mantener hasta el infinito cualquier mensaje. Así que si usted, en 2008, dijo que Fulano de Tal era imbécil, en 2015 alguien podrá encontrar ese mensaje en Facebook y Twitter. Recuerde además que existe software informático bastante sencillo que puede encontrar incluso al escapista más anónimo posible. Sí, seguro que usted ya lo ha borrado, pero da igual, siguen ahí y es muy sencillo recuperarlo. El mejor caso de todo esto es Zapata. Aprenda de los errores ajenos.

3. Pensar antes de escribir. Piense siempre al menos tres veces lo que va a escribir, jamás lo haga en caliente. Relájese, cuente hasta diez, calcule bien las consecuencias de lo que va a postear o escribir, imagine los posibles escenarios presentes y futuros, reflexione sobre si realmente merece la pena acordarse de la madre de alguien y luego vuelva a contar hasta diez. Y si lo hace, asúmalo a cara descubierta. No escriba o comparta nada de lo que no esté 100% seguro. Si hace esto sólo tendrá que asumir las consecuencias que usted ha decidido, no los efectos colaterales de un cabreo pasajero. Piense en toda esa gente que ha perdido el trabajo porque escribió algo racista en Facebook o Twitter. No son leyendas urbanas, son reales: además las empresas fisgan en los perfiles de sus trabajadores, así que ojito. Como dijimos antes, las redes sociales son eso, sociales, así que no hay normas diferentes.

4. Humor mejor que odio. Si va a decir algo negativo de alguien o de algo, hágalo con fina ironía o sarcasmo, sin palabras gruesas ni amenazas. El humor es la mejor arma que existe, con un poco de práctica puede usarlo con sabiduría y logrará hacer mucho más daño. Los emperadores romanos, cuando había revueltas, lo primero que hacían era prohibir el teatro cómico. Hitler odiaba a Chaplin porque nadie se había reído tanto de él (recuerden ‘El gran dictador’). Una carcajada es como el ácido sulfúrico, capaz de corroer hasta lo más sagrado, serio y trascendente que una mente humana pueda imaginar. La risa todo lo puede. Ejemplos prácticos. Frase real: “Rajoy es tonto”. Traducción: “Tengo serias dudas sobre la capacidad intelectual de nuestro presidente, parece siempre como si estuviera esperando el autobús para ir a algún sitio que sólo su subconsciente atribulado parece conocer, y quizás ni eso…”. Y por favor, no sea un troll. Ya hay bastante mierda en el mundo para que usted vomite un poco más. Si tiene problemas vaya a un psicólogo o salga a correr, pero el resto del mundo no necesita a la bestia suelta.

5. No use las redes como un narcisista. Es muy importante: a la gente le importa muy poco cuántos km hace usted corriendo por la tarde, ni dónde come, ni qué come, ni en que maravillosa playa está de vacaciones, y el mundo no necesita tampoco saber cuánto quiere usted a sus hijos, novios, novias, perros o amigos. Se da por sentado, porque si es usted madre/padre y no ama a sus hijos básicamente es una bruja o un capullo redomado. Y lo mismo vale para todo lo demás. Piense que si el vecino está hasta las narices del niño de 4 años por el que usted bebe los vientos es por algo; no necesita verlo también en su muro. La Humanidad ha sobrevivido decenas de miles de años sin conocer al detalle su vida, así que sigamos así, ¿ok? Gracias. Si quiere compartir un pensamiento elaborado, una reflexión pausada, o apoyar una causa digna, estupendo, adelante. Pero el resto… no, en serio, no hace falta.

6. Elegir bien a los amigos. Salvo que sea usted un famoso, un político, un artista o un líder de masas que necesite legiones de seguidores debería elegir bien a los amigos, porque se le puede colar un nazi, un capullo, un racista, un homófobo o un hipster militante sin darse cuenta. Vigile además quién le etiqueta, quién comparte cosas en su muro (Facebook tiene varios niveles de privacidad y acceso, examínelos y mejor haga un pequeño embudo, que nunca se sabe). Sobre todo que las tormentosas existencias ajenas no le salpiquen. Porque al final es tan sencillo como un refrán: “Dime con quien vas y te diré quién eres”. Así que cuando en Facebook alguien le envíe una solicitud de amistad intente averiguar quién es. Y a la mínima sospecha, fuera. Piense bien que su perfil en las redes sociales es una extensión de usted, sobre todo si pone su nombre (y si no lo hace no se preocupe que le encontrarán igual); si le ven compartiendo chorradas con un tipo que se hace una foto haciendo el saludo fascista con una esvástica pues… en fin.

7. No ser amigo de todo el mundo. Tiene que ver con lo anterior: no necesita usted contactar con cada persona que ha pasado por su vida. Da igual dónde esté Mengano o Fulano en 2015, si le perdió la pista fue por algo. Ya sabemos todos que Facebook se hizo para eso, para crear redes de contactos, pero Zuckerberg pensaba más en ligar que en crear un mundo alternativo. Haga caso al Universo, no quiere que sigan en contacto, respete su destino. Y repetimos: salvo que sea alguien con relevancia social que viva parcialmente de la atención del público no acoja en su muro a toda persona viviente. ¿A que eso no lo hace en la vida real? Pues lo mismo.

Y eso es todo. Seguramente se nos olvide algo, pero ya haremos otras versiones. De momento si sigue usted estas sencillas normas el mundo será un poco mejor, que es básicamente lo que hace falta.