De todos los errores que podía haber cometido el festival Rototom, y son muchas cosas las que pueden salir mal en un festival de música, la de censurar a un músico por ser (supuestamente) sionista es de las más estrafalarias, estúpidas y rocambolescas. Y si encima luego te retractas es peor: no sólo haces el ridículo, además demuestras tu falta de solidez ideológica. Si tomas una decisión llévala hasta el final o parecerás idiota.

Por partes. Matisyahu es un músico norteamericano y judío que toca música reggae. Ser blanco y hacer reggae no es algo nuevo, si el aburrimiento legendario que fue la banda Police lo hizo cualquiera puede. Pero además ser judío ortodoxo y ejercer como tal con la música reggae es el colmo de lo bizarro. Líbrennos los dioses de juzgar a Matisyahu por esta mezcla tan rara, que a fin de cuentas el arte es expresión y experimentación. Quién sabe, a lo mejor es el creador de un movimiento cultural que une el judaísmo con la cultura jamaicana y de paso con la africana. Sería bonito de ver un mestizaje tan grande. Además tiene muchos seguidores y triunfa tanto en EEUU como, lógicamente, en Israel. Su arte es tan lícito como el rock cristiano, otra mezcla rara donde las haya. Pero funciona: expresa sus anhelos y esperanzas con una música totalmente ajena a su cultura. Sinceramente, vemos algo extraordinario en esta asociación: no hay fronteras culturales reales entre los humanos. Es casi esperanzador porque conecta una de las religiones más conservadoras y obcecadas del mundo con otra cultura. Todo lo que sea abrir puertas y ventanas vendrá bien.

Matisyahu ha entrado como una exhalación en la realidad española de una manera muy particular: ha sido censurado y rehabilitado en tiempo récord por el Rototom Sunsplash Festival que se celebra en España porque no quiso hacer una declaración pública contra la ocupación israelí de los territorios palestinos. Cada organización es libre de hacer lo que crea conveniente según sus ideas, pero una cosa es tener ideología y otra muy diferente censurar a alguien por sus ideas. Directos al grano: arte y política no deben ir juntas, igual que en el caso del binomio deporte-política. Aunque mucha gente piense que todo es política al fin y al cabo en realidad no es así: esa concepción rossouniana no es realista porque se despega de la naturaleza humana. Rosseau era un utópico que no supo ver más allá de sus ideas. Gran filósofo, determinante en la construcción teórica de la izquierda occidental, pero al mismo tiempo un iluso más grande que la catedral de Notredame. No importa lo puras y cristalinas que sean tus ideas, o lidias con la naturaleza humana de alguna forma o despídete de un mínimo de éxito.

El arte debería ser totalmente libre, de lo contrario se repiten los mismos esquemas de palo y zanahoria que utilizan otras ideologías despóticas: si piensas como yo te premio, si no, te castigo. Lo único que han conseguido es ponerse a la altura de todos esos regímenes que censuran a alguien por sus ideas. Si no quieres que un sionista (si es que lo es, es su problema) toque en tu escenario pues no lo invites desde el principio, pero no hagas este ridículo que bien podría costarte mucho más que una polémica de verano. Cuanta más libertad mejor, y luego ya que cada uno cargue con la mochila que quiera portar. Y asuma las consecuencias diarias de cargar con ella. Matisyahu tiene todo el derecho del mundo, en democracia, de pensar como le dé la gana. Mientras no vulnere las leyes del país, haga apología del fascismo y el racismo o insulte sin parar a un colectivo o a alguien. Y cantar que se es creyente y transmitir esa espiritualidad no es delito, porque si no la Guardia Civil se iba a hinchar a detener gente en las iglesias de toda España en cuanto empezaran a cantar en misa.

El problema es otro: el festival fue presionado por el movimiento de boicot a toda expresión cultural e intelectual venida de o ligada a Israel. Es otro movimiento lícito en el fondo: quieren presionar a Israel para que se retire de los territorios ocupados y se solucione el conflicto, pero censurar a un músico no debería ser algo tan vital. Los pensadores, artistas o deportistas judíos no tienen la culpa de lo que hace el gobierno de Israel, de la misma manera que Sara Baras o Arturo Pérez-Reverte no son responsables de lo que hace Mariano Rajoy y compañía en la Moncloa. Además, uno de los pilares básicos de la democracia es poder expresarse libremente, mantener una ideología concreta sin que nadie te machaque por ello. Siempre y cuando no cometas un delito. Y eso, en España, está perfectamente tipificado (otra cosa es que luego los jueces hagan lo que les dé la gana, esa es otra historia).

Al final lo único que queda es la sensación de que a Matisyahu le han censurado por ser judío ortodoxo, que la organización del Rototom tiene la consistencia de la gelatina y que todo vale. Que nadie se extrañe si el siguiente lamentable episodio es el de un artista defensor de la causa palestina que termina censurado y expulsado de otro festival. Porque una vez que abres la puerta y colocas el listón todo puede pasar por debajo, y por encima. Si no quieres que un sionista toque en tu festival, no le invites desde el principio y punto. No hagas el ridículo así. Es muy triste que la música quede manchada de esta forma. Y no es una cuestión de izquierdas o derechas: hace unos días un grupo ultra entró en Moscú en una sala de exposiciones para destruir esculturas que creían blasfemas. Esa pulsión visceral de machacar lo que no te gusta es tan humana con la tolerancia, son dos caras de la misma naturaleza que va y viene. Tan lamentable es una como otra. O somos libres dentro de un orden legal lógico o no lo somos, no valen medias tintas. Porque si no, nunca conseguiremos nada.