Probablemente en España la mayoría no se haya enterado, pero el conocimiento, la técnica, la ciencia y en sentido común tienen un nuevo héroe, un chico sudanés llamado Ahmed Mohamed que vive en Texas y tuvo la fatalidad de ser inteligente y musulmán en el momento y el lugar menos adecuados. Es un símbolo de la única y verdadera lucha: la de tus neuronas contra la idiotez.
Ahmed Mohamed vive en Texas, es hijo de un asilado político que vive en EEUU y con talento para la tecnología. Con apenas 14 años había demostrado ya un talento innato para la técnica industrial, y prometía poder ser un buen ingeniero. Un día, para un proyecto de clase, decidió construir un reloj electrónico con piezas usadas. Y funcionó. Lo metió en su mochila y después de un periplo por sus clases el reloj sonó (le había puesto alarma y sonido). La profesora de Ahmed le dijo que se lo enseñara. Al verlo llegó a la conclusión (¿?) de que era una bomba y de que Ahmed era un lobo solitario yihadista. Le exigió que se lo entregara, lo llevaron ante el director, otro iluminado por el intelecto que decidió llamar a la policía. Ésta, que parecía también contagiada del efecto dominó de la estupidez, le interrogó sin abogados ni presencia de sus padres (algo que es ilegal en Texas, EEUU y probablemente cualquier país civilizado), le confiscaron el reloj, le ficharon como un criminal y le expulsaron del colegio cuando se percataron de que aquella cosa, salvo dar la hora, no hacía boom. Y entonces los medios de EEUU, y por extensión del resto del mundo, se enteraron de la noticia.
El pobre chico de 14 años ha pasado de ser víctima de una situación kafkiana a toda una celebridad en el país, espoleado por Twitter, Facebook y el propio presidente Obama, que le ha invitado a la Casa Blanca para resarcirle del mal trago. Además, Zuckerberg, fundador de Facebook, le ha invitado a trabajar como becario en la empresa y los gigantes de Silicon Valley se pelean por fichar al chico cuando entre en alguna universidad, que ya deben estar rifándoselo porque Ahmed, no lo olvidemos, tiene sólo 14 años y fabricó un reloj electrónico industrial en su garaje. Un reloj que es suyo y que todavía no le han devuelto. La familia, agradecida, ha encajado lo que iba camino de ser una tragedia como una oportunidad para su hijo, que ahora sólo quiere conocer a Obama y poder seguir adelante con sus estudios. En EEUU le han convertido en un símbolo de la lucha de la inteligencia contra la combinación de estupidez, ignorancia y racismo que palpita en esa sociedad en muchos lugares. El padre pronunció las palabras mágicas: “Si Ahmed no fuera Ahmed, musulmán y de piel oscura puede que nunca hubiera pasado nada”. Pero…
Uno de los detalles que más hilaridad ha provocado esta noticia es que cuando la policía, imbuida de su propia estulticia, detuvo a Ahmed, éste llevaba una camiseta de la NASA. Un chico que es un Sheldon Cooper de la vida que ha visto el reverso tenebroso de esa misma existencia, como ser puesto en duda por hacer cosas que el resto no hacen (si todos somos tontos nos irá mejor y no sentiremos miedo por si alguien piensa), la de ser sospechoso de todo lo malo posible por ser musulmán y de piel oscura, la de amar la ciencia y la técnica en una sociedad (y todo lo malo se pega, recuérdenlo, llegará a España en breve) que todavía es mayoritariamente religiosa, sumisa y anti darwiniana. Pero Ahmed también es un buen ejemplo de cómo el talento se abre camino incluso en medio de situaciones terribles. Sus actos y sus obras hablan por él, no necesita más publicidad que su reloj y su cara de chico asustado, esposado y rodeado de policías famosos por el gatillo fácil y de blancos anglosajones que bien podrían estar en la jaula de un zoo. Y quizás al leer esto piense usted que eso solo pasa en América. De eso nada, que no hay nada más patriótico que ser imbécil y enorgullecerse, ya seas de Girona, Bilbao, Sevilla o Salamanca. Piensen que la mayoría de los políticos que gobiernan España, ya sean de derechas o izquierdas, son auténticos ignorantes científicos, apenas un puñado de ellos sabe algo de ingeniería o ciencias, casi todos son cachorros de las facultades de Derecho, Económicas o Empresariales. Sin acritud, pero como que no…
La meritocracia es una consecuencia de una buena democracia, pero está visto que en muchos lugares no es así. España no es tan diferente de Texas, de hecho cada vez se parecen más pero sin el dinero que tiene ese pedazo enorme de EEUU que aglutina industria con la misma facilidad que en nuestro país se abre un chiringuito en la playa o un bar en la ciudad. Curiosamente en Texas está la NASA, algunas de las mayores compañías tecnológicas del mundo y una de las mejores universidades técnicas del país. Pero claro, el trasfondo suburbano no debe entender de chicos ingenuos que piensan que el color de su piel o ser más avispado que el resto (y sobre todo que sus profesores) no le van a pasar factura. Cabe pensar cómo será la mente de la profesora, del director y de la policía. Un idiota puede pasar, pero una cadena de idiotas es para reflexionar profundamente sobre cómo el miedo al terrorismo y la desconfianza patológica hacia todo lo que se salga de lo normal hacen estragos.
Que haya terminado bien para Ahmed no significa que su caso no se reproduzca a escala en cada sociedad humana, tanto allí como aquí. Es un ejemplo extremo, pero muy bueno, de la trinchera que se ha abierto entre una poderosa minoría que quiere progresar y los que frenan cualquier cosa que no puedan entender o dominar de alguna forma. Es un pulso de milenios desde que los filósofos griegos dejaron de creerse los mitos y crearon el concepto logos (palabra, pensamiento racional, discurso lógico), momento a partir del cual el “porque lo digo yo”, “porque así me lo contaron a mí” o “es la voluntad divina” dejaron de tener validez. Porque es más fácil seguir al rebaño y pensar que ese chico tan diferente es un peligro. La vergüenza que deben estar pasando en ese colegio debe ser directamente proporcional al cachondeo que se llevarán los alumnos, internet y los monologuistas. Aunque también puede que la profesora, el director y los policías (que a fin de cuentas deben sospechar de todo por defecto, que para algo les pagan) no se hayan dado cuenta todavía y digan que hicieron su trabajo. Así que si viajan a Texas no se olviden de la bolsita de cacahuetes para los monos…