Una sola cosa se les pidió: sacar del poder a los mismos que durante cuatro largos años habían socavado el Estado del Bienestar mínimo que había en España, y si tenían tiempo y neuronas, ofrecer alguna vía de desarrollo alternativo para una sociedad agotada y arruinada. Pero no, es mucho mejor seguir agarrado a la ideología, a los principios propios que al interés del pueblo. La “nueva” clase política que es calcada a la vieja: inútil. No hay nada peor que decirle, sin vulnerar la Ley Mordaza vigente, a personas cuyo único cometido en la vida es ser útiles.
No hay pacto imposible, sólo políticos inservibles. Sólo la obsesión ideológica, el cálculo electoralista en este jueguecito infantil por el poder nos aboca a nuevas elecciones, un síntoma del fracaso de esta auténtica “casta” de inútiles. La verdadera casta no es la del dinero, que esa siempre ha estado ahí, es la de los buhoneros y mendigos de vuestras esperanzas que se atreven a prometer el Cielo y luego no dan nada a cambio. Sólo si les das todo el poder. O les das el trono o no podrán dártelo. Y habida cuenta de que cada sector social rema en una dirección, es obvio que ninguno tendrá el culo ocupando todo el trono. Resultado: no es culpa mía, es del otro, sea quien sea. A eso se le llama estafa, y es un delito. Tres jinetes cabalgaban hacia el horizonte con una misión y han regresado a pie, con el caballo muerto y toda su inutilidad sumaria pintada en la cara. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, tres idiotas que durante meses le hicieron creer a todos que estaban dispuestos a pactar con tal de solventar el problema principal: Mariano Rajoy y el PP, el partido político con más corrupción de la historia de la democracia española.
En el resto del mundo se descojonan de nosotros. El último, el New York Times, que achaca el fracaso de esta legislatura al ego, los intereses partidistas y la inmadurez. Esto es un circo. La reacción de Guindos, partido de risa, cuando le preguntaban si existiría una coalición izquierda-derecha en España es un buen síntoma de que eso de las dos Españas no ha muerto. Está más viva que nunca, pero por otros medios. La sinrazón vuelve a ganar a la sensatez. La gran apuesta era un tripartito PSOE-Podemos-Ciudadanos, pero eso habría obligado a sus cabezas ser prácticas, civilizadas, aparcar sus ansias mesiánicas y trabajar de verdad. No les pidáis eso, porque no están aquí para esos menesteres: están para conquistar el trono, y punto. Todo lo demás son promesas vacías que se liberan en el aire y el tiempo y que no terminan nunca. Parece ser que en España, para pactar algo de verdad, hay que estar al borde de una guerra o salir de una dictadura. El infantilismo e inmadurez de esta nueva casta de inútiles ha quedado perfectamente retratada en las últimas horas. Normalmente cuando algo es inútil es abandonado a su suerte y el resto sigue adelante. Pero será difícil librarse de estos nuevos bufones.
Y el punto de partida no podría ser más nefasto. Nunca un partido político en democracia había alcanzado tal grado de corrupción sistemática en su funcionamiento como el PP, nunca los tribunales habían estado tan llenos de políticos bajo la pica, nunca antes una formación política había visto sus siglas y su imagen tan arrastrada por el fango. Aún así lograron más de 120 escaños y millones de votos, lo que demuestra una vez más que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Ya es imperativo reformar el sistema antes de que el peso de la mierda rompa las columnas que lo sustentan. Y una de las más importantes es la paciencia de una sociedad asqueada, hastiada, empobrecida y sin ilusión alguna en el futuro. De nuevo los españoles vuelven a ser los perdedores eternos de la Historia, los que siempre terminan del lado malo del cuento: nunca llegamos a la Ilustración, el liberalismo político (el bueno, el de verdad, el que cimentó la democracia moderna) pasó de refilón, la revolución industrial fue un chiste, la democracia tuvo que esperar más de cien años en llegar (impuesta sutilmente además desde fuera, no desde dentro, que la Transición es un cuento chino como hay pocos), el fascismo se nos llevó por delante y ahora, cuando había una oportunidad para reconstruir y limpiar la casa, otra vez entra el río de fango por la puerta.
Una entrevista doble de Jordi Évole con Pablo Iglesias y Albert Rivera creó el espejismo de que a pesar de provenir de familias ideológicas diferentes ambos se entenderían para formar gobierno, para pactar con un tercero, el PSOE, que debería haber servido de puente entre ambos. Pero en lugar de eso simple y llanamente hicieron honor a su condición de españoles: decía Cela que éste era un reino de fanáticos que preferían hundirse consigo mismos que concederle nada a los demás. Y tenía mucha razón: cuatro meses de opereta barata y los tres inútiles han demostrado ser lo que son, nada. Venían a cambiarlo todo, pero en realidad se han comportado igual que todos sus antecesores: los míos primero, mi idea primero, mis intereses primero, mis tópicos y posiciones de fuerza primero. Jamás se negoció de verdad. Ganaban tiempo para sus verdaderos cálculos electorales. Y mientras, Rajoy, esperando. Nadie le invitaba a decir nada, y cuando podía repetía el mismo cliché absurdo anti-socialista de los 90; llaman al diálogo los conservadores después de cuatro años de rodillo y de desprecio total y absoluto al resto de partidos. Enhorabuena, vosotros también sois absolutamente inútiles. Aunque ya viene de largo.
Ahora nuestros votos no valen y ellos, amparándose en su propia deficiencia, reclaman nuevas elecciones para que votemos otra vez para que “corrijamos” el error de no darles más escaños, más poder y más apoyos. La culpa es nuestra, no de ellos, que son prístinas vestales llamadas a salvar la patria. Pobres de nosotros, que dudamos y no les dimos el poder real. Qué esforzados Pedro, Pablo y Albert, siempre con la respuesta perfecta, la sonrisa y la pose. Los ciudadanos, auténticos poseedores de la soberanía nacional, decidieron que el Parlamento debía ser como es. Punto. Ninguna ideología, partido o líder político vale en sí mismo nada fuera de esa voluntad, por lo que no se entiende que hayan malgastado todo este tiempo. Han desobedecido el mandato popular que les ordenó apañarse como están. En el espíritu de la democracia son auténticos traidores, y se escudan en que repetir elecciones es lo más democrático. Lo peor es que mentes bastante mejor amuebladas les dan la razón, como si por votar una y otra vez fuéramos más libres.
Como bien dice el presidente del Congreso, Patxi López, repetir elecciones va a provocar frustración, hastío e incluso rabia en los ciudadanos, que quizás no entiendan los detalles de la democracia, pero sí que entienden la inutilidad de los jefes políticos que demuestran la enorme estupidez de todo el entramado, nuevo y viejo. Porque la gente tiene un problema, los efectos de la gran crisis y recesión, y nadie le da soluciones. Pedro Sánchez es una nueva cara de una vieja formación, pedirle una revolución interna en el PSOE es como pedirle peras al olmo. Pablo Iglesias y Rivera han tardado apenas cuatro meses en demostrar lo profundamente estériles que son para la sociedad a pesar de llegar como la nueva generación. Han maniobrado para echarle la culpa a los demás. Rivera al PP, Iglesias al PSOE, precisamente los dos partidos a los que aspiran a quitarle votos. Podemos no quería pactar, sólo quería devorar al PSOE, un partido que debería pensar muy seriamente en la posibilidad de refundarse y pasar a ser Partido Socialdemócrata Español, a ver si así logra salir de la bañera de mediocridad en el que está metido desde hace años.
Ciudadanos, PSOE y Podemos, tres organizaciones que no han servido para nada en estos cuatros meses. Y mientras tanto, el PP, que huele a muerto desde hace años, gana tiempo y oxígeno. Si es verdad la teoría de que el votante de izquierdas necesita estímulo para votar y que el conservador lo entiende como una obligación casi militarizada, entonces las próximas elecciones serán un castigo para la izquierda. Y como Ciudadanos desea sobre todo cimentar sus posiciones, y para eso el mejor es el PP (quizás con la idea de carcomerlo desde dentro), entonces habrá gobierno en minoría del PP y el Parlamento se convertirá en un callejón de venganzas encadenadas. Será casi imposible tener un gobierno fuerte, porque la amenaza de bloqueo será continua, y los chantajes, diarios. Se suponía que un gobierno de tres partidos abarcaría muchos grupos sociales, tendría un arco electoral y parlamentario tan grande que podrían sacar adelante el barco, que los cambios tendrían aire de consenso. Pero lejos de eso, una vez más, los inútiles usan la ideología y el interés propio como santo, seña, comodín y escudo para su estulticia. Lo dicho, no hay pactos imposibles a tres manos, a cuatro, a cinco o a seis partidos si hace falta, sólo políticos inútiles.
Así pues, cambio abortado. Ya no merece la pena decir mucho más. Y no tienen ni idea de cómo nos sangra la lengua de mordérnosla y no usar el tono sin filtro de la Ley Mordaza. Además, la política española ya no merece ni una palabra más.