De todas las herramientas que la Ciencia le proporciona a la especie humana para sobrevivir a un mundo hostil, quizás las matemáticas sean las menos evidentes. Y sin embargo, pueden salvar millones de vidas a través de herramientas de cálculo que nos permiten anticiparnos a la enfermedad, cómo evolucionará en volumen e incluso por zonas geográficas.

Que el universo es tan propicio a la vida como hostil a la misma basta con echar un vistazo a la realidad. Si no es el clima son los animales (antaño, porque ahora, arrinconados y al borde de la extinción apenas son un recuerdo de nuestro egoísmo), o las amenazas que llegan desde el cielo, el mar o el subsuelo de un planeta vivo y en continuo movimiento para el que sólo somos parte de lo que deambula por su finísima corteza. Pero hay una más terrible: las enfermedades. La medicina puede curarnos, con terapias, fármacos y vacunas. La bioquímica puede construir esas vacunas. Pero son las matemáticas las que, al construir una jaula estadística capaz de poner orden al caos y, lo más importante, prever el comportamiento de la enfermedad en la masa humana, pueden salvar millones de vidas. Un ejemplo didáctico es el nuevo libro del CSIC ‘Las matemáticas de la pandemia‘, de los profesores Manuel de León y Antonio Gómez Corral.

Una vacuna salva una vida puntual. La medicina nos protege. Pero las matemáticas se anticipan a la enfermedad y, como en una guerra, quien se anticipa al enemigo parte con ventaja. La ciencia tiene un método que no entiende de prisas. Sus efectos se ven en un plazo concreto de tiempo que se dilata. La “matematización” de la realidad es un paso previo para encontrar soluciones viables. Y cada vez lo usamos para más tareas: diseño de producción, procesos de producción, rendimiento laboral, comercial, organización de los turnos de trabajo… y el salto a la medicina sólo es el paso a esa nueva era donde la estructura matemática (que ya era imprescindible en muchos campos) hace las veces de red de comprensión de la realidad.

Si se aplica a una pandemia permite comprender el comportamiento dinámico de la misma, convierte en constantes y variables un mal invisible que sólo percibimos por los muertos y los síntomas. Le da a la administración y la medicina el arma perfecta para comprender el comportamiento y prever cómo será el siguiente escenario. Combinarlas con la medicina preventiva (higiene, normas sanitarias), la medicina activa en hospitales y centros médicos más una responsabilidad civil colectiva, puede detener la amenaza vírica. Pero toda la cadena debe funcionar. Con las matemáticas eso labor se conseguirá incluso a más corto plazo.