Ya ha pasado, está ocurriendo y probablemente volverá a suceder: la clase política, organizada en torno a redes de intereses ideológicos y comerciales concretos, vuelve a fallar a la ciudadanía. Es posible que no haya gobierno de izquierdas, ni de derechas, y que el excelente resultado electoral de abril para la izquierda se evapore por algo tan abstracto, irreal y frívolo como la ideología y las rencillas personales. España, hasta ahora, tenía dos problemas (su sistema productivo y la anestesia social); ya es oficial, la clase política es la tercera losa en la lista.