A veces, de viaje en viaje, se encuentran cosas que merecen la pena, brotes verdes que demuestran que la literatura no está perdida y que en cada rincón hay un Carlos Fidalgo con obras como ‘El agujero de Helmand’.
A veces, de viaje en viaje, se encuentran cosas que merecen la pena, brotes verdes que demuestran que la literatura no está perdida y que en cada rincón hay un Carlos Fidalgo con obras como ‘El agujero de Helmand’.