Es bueno que los demás se equivoquen. Es mucho mejor que asistamos en directo a sus errores. La simple observación, cierto grado de empatía con el que comete el fallo y una reflexión práctica te enseña a no tropezar en la misma piedra. Al menos esa es la teoría, pero los humanos siempre cometen errores similares. Y son una masa que se mueve por dinámicas aleatorias y emotivas, no por racionalismo. Dos ejemplos: EEUU y Gran Bretaña, dos crisoles culturales que han decidido tirar por la borda un modelo. Veremos lo que no hay que hacer, lo que puede destruir una sociedad plural y enriquecida, el acto de quemar las naves sin heroísmo alguno. Porque han elegido el camino más fácil y reduccionista, y lo más probable es que no funcione.