Vivimos en un mundo desequilibrado y sin armonía, donde los detalles mandan sobre el todo, la forma sobre el fondo, donde los intereses particulares parecen ser la única vara de medir y donde el individuo es sistemáticamente etiquetado, agrupado y empujado en una y otra dirección sin que sea tenida en cuenta su voluntad. Por eso, de vez en cuando, hay que soñar un poco y dibujar castillos en el aire, para que al menos tengamos todos un destino por el que remar y bregar.