Es muy posible que cuando todo pase, cuando la civilización y la propia Humanidad sólo sean un recuerdo polvoriento, los tardígrados sigan viviendo en el planeta. O incluso fuera de él. Sólo necesitan un poco de agua y su hábitat ya está creado: se hinchan y deshinchan a voluntad, un proceso de hibernación latente que puede soportar desde temperaturas infernales de más de 150º a rozar el cero absoluto, incluso ser expuesto al vacío exterior donde la radiación cósmica y solar aniquilan cualquier forma de vida. Menos es siempre más. Al éxito biológico por el camino de la simplificación brutal.