Un buen día un Papa de Roma descubrió que no se juega con el único sostén posible y conocido. Llega tarde, pero bienvenido sea al bando de los buenos. Y vamos a ver hasta dónde le dejan llegar. Si hay un Dios allá arriba probablemente estará muy preocupado pensando que el mejor funcionario que ha tenido en siglos podría estar a punto de sentir en sus carnes la milenaria maldición de que no se toca el sostén de los poderosos si no es pagando un precio muy alto.