Entre pandemias paralizantes, ideologías salvadoras que prometen salvarnos de nosotros mismos, Dioses egoístas y sus legiones de fanáticos, patrias y pueblos que devoran individuos como si fueran aperitivos, no son buenos tiempos para la ciudadanía y la libertad. Las ideas absolutas no se llevan bien con el respeto al individuo, la piedra angular del humanismo y la democracia. La paradoja es que posiblemente hace 30 años los ciudadanos eran más libres que hoy; lo peor de esta situación es que las nuevas argollas al cuello nos la ponemos nosotros mismos. Quizás en los siguientes párrafos el lector encuentre algo de utilidad para sobrevivir mientras aguantamos, esperanzados, a mejores tiempos, hasta que el péndulo vuelva a oscilar. Tengan paciencia, tanto el post como la espera del bien son largas.