Vivimos tiempos de ideologías huidizas, donde nadie quiere retratarse para no asustar a ese nuevo gamusino que es el votante.
Vivimos tiempos de ideologías huidizas, donde nadie quiere retratarse para no asustar a ese nuevo gamusino que es el votante.
Contaba Thomas Hobbes, quizás el filósofo que mejor ha entendido la naturaleza humana (sin cursiladas, sin excusas ni coartadas), que los limites de los débiles y oprimidos son tan volubles como las nubes en el horizonte.
Todos saben sus nombres, sus medios, sus padrinos y sus métodos; son esa gente que vocifera, grita e insulta sin parar siguiendo al pie de la letra eso de “haz ruido para que te vean”.
Hoy es 14 de abril, el día que nació la Segunda República y España se asomó al abismo porque nadie fue capaz de entender lo que pasaba.
Pocos países son más incoherentes y contradictorios que Rusia, quizás con la excepción de España y un puñado más de repúblicas bananeras.
¿Por qué al PP y a otros poderes parece interesarles tanto que la masa de población no tenga acceso a una buena educación?
Censurar el arte, sea bueno o malo, es como tirar un boomerang: acaba siempre partiéndote los morros cuando viene de regreso.
Cuando algo se hace muy muy grande siempre terminan por aparecer cortesanos de los medios que creen saber de lo que hablan, y si no, no importa, porque pueden contaminar con ideas extrañas algo tan bien construido como un personaje de cómic.