Julio Verne se equivocó. Los positivistas se equivocaron. Los filósofos de lo material del siglo XIX se equivocaron. Prometieron, cada uno a su manera, que el progreso material y tecnológico conllevaría el necesario progreso moral del ser humano. Acertaron en parte, pero no en el todo. Incluso él, en la etapa final de su vida, giró hacia una visión más sombría del progreso. Las amenazas a la democracia y el comportamiento xenófobo de muchas sociedades son una demostración de que el tribalismo primitivo persiste aunque se envuelva con diseño y tecnología.