Pocas cosas estimulan más al ser humano, especialmente para esa minoría que basa toda su existencia en el desafío intelectual, que romper las fronteras de lo posible y llevar a nuestra especie un poco más allá de lo que se determina por barreras biológicas y por sensatez. Por eso enviar a un ser humano o varios a Marte es una locura, tan innecesaria (porque los humanos somos producto de la evolución en este planeta, no en otros) como fundamental para poder progresar.